N o recuerdo perfectamente todo sobre lo que platicábamos... Solamente recuerdo estar sentados en una banqueta, con una cerveza en la mano y comentando sobre lo efímera que puede ser la vida, cuando no queres encontrarle un curso... Ofrecimos nuestros servicios y nuestro instinto de niños exploradores, a sabiendas que lo que buscábamos era una excusa para alejarnos del bullicio y encontrar una cura a nuestros males. La diferencia en esos momentos no existía, tanto él y yo aprendimos de nuestras vivencias, de nuestras anécdotas, nos reímos como cuando eramos niños, aunque yo aún no nacía... su voz sabia, lograba hipnotizarme y trasladarme en sus aventuras e historias... Desprendido como pocas personas he conocido, soñador, emprendedor, incomprendido, querido. El tiempo pasó de segundos a dos cervezas por hora y 2 horas más tarde... continuábamos platicando tan naturalmente como pocas pláticas he tenido y la tarea por la cuál nos habíamos ofrecido, ya nos podía servir de arma punzocortan...
La vida: una puerta que abro y otra que cierro; un ojo, un alma, una transición, una transformación en un instante, una colección de pinturas, aprendizajes y enseñanzas... Pablo P.